sábado, 19 de julio de 2008
Capitulo Cinco: III
Durante la semana previa al baile de invierno, vi que mucha gente (en especial mujeres) no tenían cabeza para nada más que el baile a pesar de los exámenes de fin de cuatrimestre. No entendía de donde sacaban tiempo para ir a las tiendas de vestidos, zapatos o de camisas y corbatas en el caso de algunos hombres.
A pesar de todo el contexto, veía a unos pocos (como yo) que estaban alejados de esa atmósfera. Me sorprendió que Lili estuviera también retraída, porque hasta yo sabía ella iba a ir al baile
- ¿Cómo van las cosas del baile? – le pregunté a Lili el miércoles previo al baile.
Antes de que abriera su boca para responderme, hizo una mueca de disgusto que trató de simular pero no puedo hacerlo a la perfección
- Van bien, Santiago – me dijo – que raro que preguntes sobre el baile dado que tú no vas a ir …
-No estaba preguntando por el baile, estaba preguntando por ti.
Tuve suerte que justo en ese instante, me haya llamado Ignacio. A mitad de la frase, cuando ya no podía parar de hablar, me di cuenta que mi frase podría tomarse como una indirecta
Sin estar seguro de cómo, me encontraba con un esmoquin dirigiéndome a Lili. Me moría de miedo, pero cuando la vi con su vestido negro y una vincha que tenía unas piedrecillas brillantes, mi sentimiento de miedo se transformó en felicidad. Me acerqué a ella, con mis piernas temblantes aún, y le cogí la mano. Al cogerle la mano la sentí tan suave, tan cálida ...tan perfecta. Empezó a sonar una canción que nunca había escuchado, pero tenía una melodía tan perfecta que en ese momento se transformó en mi favorita. Bailé con ella sin poder mantener la noción del tiempo. Mientras la tenía cerca de mí, pude ver lo perfecto que eran sus ojos, lo ruborizadas que estaban sus mejillas y lo linda que se veía con esa vincha.
Unos minutos después, luego de escuchar las primeras notas de una nueva canción, Lili me dijo al oído que esa era su canción favorita. Se apoyo en mí y empecé el mejor momento de mi vida. En ese momento, escuché la voz de Ignacio que me llamaba. Traté de ignorarlo, pero tan solo unos instantes después, lo tenía al frente de mí, con su mano apoyada en mi hombro diciéndome que no era hora de dormir, que el profesor ya había ingresado al salón de clases y que estaba por entregar los exámenes.
miércoles, 16 de julio de 2008
Capitulo Cinco: II
Ese mismo día, cuando volvimos del primer descanso vi que había una multitud mirando una pared. Nunca me gustó estar de curioso y menos junto a una muchedumbre de gente que apenas conocía (a pesar de que ya habían transcurrido 5 meses). Decidí sentarme y luego, cuando estuviera libre lo que sea que estuvieran mirando, lo miraría yo, con tranquilidad.
Me levanté para hacer un ejercicio de matemática en la pizarra por orden del profesor. Cuando terminé di unos pasos más allá para ver lo que había causado tanto desorden hace unas horas. Retrasé unos segundos mi objetivo porque me agaché a recoger un lapicero que vi en el piso. Cuando levanté la mirada vi el título: “26 DE JULIO, BAILE DE INVIERNO”.
Un baile de invierno… ¿Y? …¿tanto problema por un baile?
Me sentí un extraterrestre las horas restantes del día. Para todos, todo era ese baile. Una de las ventajas de no hablar, es que tienes más tiempo y más capacidad para escuchar. Me enteré que el baile era solo para los estudiantes de los dos últimos cursos, y por ello había tanta emoción…iba a ser el primer baile para todos en mi salón de clases, excepto para mí. Apenas leí ese cartel decidí no ir. No me gustaba bailar, tampoco sabía hacerlo, y no gustaba estar en un lugar con la música tan alta, con luces de colores y cuando se hacía más tarde, con personas mareadas…
En los días siguientes, escuché repetidamente la queja de que el baile había sido anunciado con muy poca antelación. Una semana antes del baile, cuando hablaba con Lili, me enteré que ella sí iba a ir al baile y que gracias a una amiga había conseguido una pareja. Me dijo que se había sacado un peso de encima
- ¿Y por qué no puedes ir sola? – pregunté honestamente
- ¡Ay! Santiago – me dijo Lili mientras me decía con la mirada que era un tonto – a un baile no se puede ir sola…si no con quién bailas
Me di cuenta de lo tonta que había sido mi pregunta, por lo que una sonrisa se formó en mi labios.
Seguí hablando con Lili (bah…yo solo escuchaba) sobre su pareja del baile. Era un primo de una amiga que venía de vacaciones de España. Según lo que le habían dicho, era fácil de llevarse por lo que no se tenía que preocupar por su personalidad.
Mientras hablaba con Lili, tan solo por un momento, sentí ganas de ir a ese baile. Pero no por el baile en sí, sino por Lili.
martes, 24 de junio de 2008
Capitulo Cinco: I
¿Lili? Seguía siendo mi amiga, y una muy buena. No hablamos de lo que pasó en el hospital y evité preguntarle cómo seguía de salud por miedo de que recordara la situación que pasamos.
Mi duda seguía planteada. ¿Valía la pena arriesgarse?
Me sentía culpable. Desde el momento en que descubrí que estaba enamorado de Lili creí haber malogrado nuestra amistad. Me gustaba estar cerca de ella ya no tanto porque era ella, sino por mí. Es decir, talvez si la hacía reír una vez más sería suficiente para que sus sentimientos por mí se profundizaran…una vez más.
-Oye Santiago – me llamó Lili por teléfono un día que faltó. No sabía cómo había conseguido mi teléfono pero decidí no preguntarle para evitar que no vaya a pensar que no me agradaba que me llamara. Porque no era así, me encantó escuchar su voz cuando levanté el auricular ese día.
-¡Hola, qué tal! – le respondí – ¿estás bien? ¿Por qué faltaste hoy?
-No pasó nada – me tranquilizó – falté porque me quedé dormida. Me olvidé de programar mi alarma.
En mi mente, imaginé la sonrisa que Lili me regalaría si estuviéramos frente. Soñé con esa sonrisa que me hacía sentir feliz, pero que luego me empezó a hacer sentir mal porque sabía que tenía que evitar mirarla y producirla. Tenía que evitar enamorarme aún más. Tenía que evitarla a ella…tenía que evitar a Lili.
-Hola Santiago – escuché detrás de mí.
Sabía quién era, por lo que seguí caminando simulando no haber escuchado nada. Lili logró alcanzarme y entabló una conversación conmigo, que solo respondía con monosílabos.
-Santiago, estás enojado o algo – me preguntó Lili.
-No, ¿por qué lo dices? – pregunté con el ánimo de saber qué era lo que tenía que dejar de hacer para que Lili no supiera que me pasaba algo.
-No sé – me dijo con una mirada perdida – estás diferente.
-No te preocupes, es solo que dormí mal ayer – le mentí
-Que bueno – respondió Lili levantando la mirada de nuevo – pero no, es decir, no quise decir “que bueno” respecto a que hayas dormido mal…no le deseo a nadie que duerma mal porque es horrible. Hace unas semanas, yo dormí mal y me desperté con un terrible dolor en el cuello que me estuvo molestando todo el día y luego…
Lili siguió hablando hasta que llegamos al salón. Ese día aprendí a asentir y a producir sonidos de aprobación en el momento preciso para hacer creer a tu interlocutor que le estás prestando atención. Tuve que hacerlo porque no quería saber nada más de Lili, tenía que olvidarla antes de que fuera más difícil.
Aunque jamás lo quise aceptar, me gustaba que Lili se preocupara por mí. Me gustaba que me preguntara si estaba enojado con ella porque por ese momento, me hacía creer de nuevo que una parte de ella estaba enamorada de mí.
Ese día, sin embargo, decidí que iba a callar. No me iba a alejar de ella y no la iba a evitar. Iba a seguir actuando como si nada hubiera cambiado pues había decidido que mis sentimientos hacia Lili iban a ser un secreto.